En las últimas décadas, el sector industrial de las primeras economías occidentales ha sufrido un fuerte proceso de descapitalización a deslocalizar aceleradamente la producción a países de bajos costes laborales mediante estrategias de outsourcing y offshoring.
Países en los que no se desarrolló otro modelo de competitividad, y en los que se abusó de esta estrategia, pasado el tiempo se comprueba la importancia en la economía de un sector industrial en su modelo de crecimiento.
La industria en estos países emergentes han generado en sus propias redes de servicios de innovación, diseño, por criterios simplemente de proximidad en el mismo país, erosionado seriamente las capacidades locales que hoy son necesarias para convertir las innovaciones en productos.
Hoy en un escenario de consumidor exigente que responde a criterios de mejora de la experiencia con relación a productos servicios y marcas, necesita una respuesta más inteligente y personalizada, ya no es suficiente una respuesta de abastecer producto, requiere un plus de experiencia.
Esto pone en escena la innovación, la creatividad, el conocimiento, el análisis de la información que podemos captar de sus necesidades, esto requiere tecnología. La misma tecnología que automatiza el proceso de fabricación.
La industria es generadora de crecimiento no tanto de acuerdo con su capacidad de crear puestos de trabajo directos como la capacidad de arrastre de los servicios vinculados a la innovación en la creación, el diseño a la ingeniería, así como a la entrega de productos, venta, marketing. Servicios que bien podrían denominarse Servindustria.
Las economías que en su momento no optaron por competir de la mano de la tecnología de la investigación y de la innovación, en los años de la crisis han visto que disponían de un modelo de crecimiento más frágil, frente a países que optaban por invertir en su industria local.
Sus economías entraron en una espiral de pérdida de puestos de trabajo directos, indirectos y de capacidad de I + D, y en definitiva pérdida de capacidad industrial que hoy conlleva menor actividad económica, bajos o negativos crecimientos del PIB e incremento notorio de las tasas de paro.
Hoy tienen el reto de recuperar las bases para tener una economía de crecimiento sostenido y la industria se presenta como la mejor solución para reimpulsar las economías. Eso sí, unida indisolublemente a la tecnología.
En Europa esta situación es la causa por la que la Comunidad Europea (CE) ha manifestado que «necesita revertir la tendencia a la pérdida de peso de la industria en el total del PIB de los Países de la Unión, como la única solución para conseguir un crecimiento sostenido con más empleo y de mejor calidad».
Consecuentemente con esta afirmación la Comunidad Europea estableció como objetivo de la Unión aumentar el peso de la industria al 20% del PIB en el año 2020. En la actualidad el peso de la industria en el PIB es del 16%, al considerar la totalidad de la industria y la creación de valor del total de la Unión.
Una buena noticia: después de la deslocalización, tenemos que preparar la vuelta a casa de la Industria, acercando las fábricas al lugar donde se produce la demanda… y la innovación.